Todo el mundo tiene distintos tipos de miedo, en mi caso siempre había sido ser rechazado por la persona más importante en mi vida… mi hijo. Soy de El Salvador, un país latino americano machista que con las tantas burlas, discriminaciones y violencia que aguantamos nos obliga a mantenernos resguardados en el closet.
Te mantienes en espacios asfixiantes por supervivencia y donde tu orientación sexual no solo te afecta a ti, sino que trasciende a tu familia y no digamos si tienes hijos. Llevo ya una relación de más de 14 años con mi pareja, una relación que aprendió a crecer y sobrevivir a escondidas de la sociedad, logró construir una burbuja de seguridad entre 4 paredes, que es lo máximo que puedes llegar a aspirar en una sociedad tan castrante.
En El Salvador, abrirte ante tu hijo y que este acepte tu vida y que tu pareja sea un hombre estaba a años luz de verse concretado; es por esto que sufrí por 17 años ese miedo a perderlo si se enteraba de mi orientación sexual y que este miedo se reiteraba día a día al verlo.
Huimos de nuestro país hacia España por motivos de supervivencia. Dejar lo mucho o poco que habíamos construido e intentar traerlo en unas cuantas maletas no fue fácil y más al ver casi esfumado el sueño de un día llegar a ser una familia. Al cabo de casi un año de llegar a España se nos presentó la oportunidad de poder tener con nosotros a mi hijo… pero ¡rayos! Él no sabe que somos una pareja de hombres…
Tener que mostrarme ante él con mi verdadero yo y enfrentarme a ese miedo que había tenido durante 17 años… ¡ya te imaginarás! Con ayuda de psicólogos, caí en la cuenta de que en España mi hijo ya no correría el peligro que hubiese corrido en El Salvador y eso me hizo coger el valor necesario para confesárselo y, para mi sorpresa, lo asimiló con naturalidad.
Su madurez me sobrepasó y me llenó de orgullo confirmar la calidad de ser humano que habíamos educado junto a mi familia, quien desde siempre me han aceptado tal cual. Logró llegar a España a vivir con nosotros ya como una familia homoparental y le escuché de su boca que se siente cómodo con ambos y que desde siempre me vio con “mi mejor amigo”. Dice que le ayudó a entender mucho de mí, y también que le hubiese causado mucha tristeza si yo no estuviera con quien él me vio siempre, algo que a mi pareja y a mí nos llenó de mucha felicidad.
Ver convertido un miedo que me atormentó durante tanto tiempo en un suceso lleno de tanta alegría es en verdad un sueño hecho realidad, un hecho que nos llena de orgullo presentarles, pues con mi pareja e hijo hemos tratado de compartirles nuestra experiencia.
Así como nosotros existen personas en nuestra situación que están sufriendo y quiero decirles que no retrasen ese momento de hablarlo, que el esfuerzo de todas esas personas activistas de nuestra comunidad LGTB+ se está viendo reflejado en estas nuevas generaciones, en su nivel de humanidad y conciencia de inclusión e igualdad. Debemos seguir trabajando por construir un mundo más seguro para nosotros, nuestros hijos, familiares y nuevas generaciones LGTB+, ¡que falta mucho aún! Claro que sí, faltan legislaciones entre muchas otras cosas que regularicen la no discriminación y la igualdad de derechos, pero ya estamos viendo algunos de los primeros frutos.